
Estamos alegres porque hoy es la fiesta de Ntra Sra de Lourdes, porque hoy recordamos lo que pasó un 11 de febrero de 1858 cuando la Virgen se manifestó a una niña, a Santa Bernadette, y desde entonces en Lourdes hay un lugar donde se manifiesta la misericordia. Festejar es celebrar que tenemos motivos para dar gracias, contar a los demás que tenemos razones para la alegría, y sobretodo, que esta ilumina nuestro camino. Hoy parece así una temeridad salir al mundo y decir que uno es agradecido, porque en principio pensamos que lo que tenemos nos lo merecemos; suena casi ingenuo decir que estamos alegres, porque en seguida encontramos dificultades y problemas; y qué decir, cuando alguien habla de un sentido a la vida, cuando esta apenas tiene valor. A todo esto se añade que quien invita a la fiesta es una hospitalidad de enfermos y discapacitados que peregrinan a a Lourdes.
Pues sí, gracias a lo que ocurrió en Lourdes, hay gente que vive de esta manera.
Dando gracias porque hemos podido hacer la experiencia de santa Bernadette que se encuentra con la Virgen y ella la mira con cariño y cuidado, cuando lo normal es que la mirasen por encima del hombro. Cuantos enfermos y discapacitados, y cuantos peregrinos cuando vamos a Lourdes descubrimos esta misericordia de parte de Dios, acostumbrados a vivir muchas veces de la imagen que proyectamos a los demás, de pronto descubrimos que lo que realmente anhelábamos es una mirada que no juzga y que invita a estar con ella. Así nos resuenan las palabras de la primera aparición “ en el hueco de arriba, envuelta en una luz apareció una Señora que me sonreía”. Así empezó todo y provoca que santa Bernadette, agradecida, quisiera estar con la Señora. Cuando vamos a Lourdes en peregrinación nos es fácil dar gracias por todo y a todos. Esta mirada nos transforma y hace que también nosotros queramos vivir sirviendo a los demás, lo que se me ha dado gratuitamente queremos darlo a los demás. Incluso quien esta más limitado se convierte en un servidor y nos regala una sonrisa, una mirada, un gesto que expresa su cariño. Vivir agradecidos da sentido a nuestra vida, donde la primera palabra sobre ella es que es buena. Estos es una respuesta a nuestro mundo donde nos cuesta encontrar razones para el agradecimiento, nuestra vida no se percibe como algo bueno sino como algo que tengo que llenar con experiencias, sensaciones, y en cambio nos sentimos vacíos al no saber para quien vivimos.
Una alegría que contagia a quienes lo ven, así le paso a santa Bernadette. La gente no veía a la Virgen la veía a ella. Y de pronto su cara, su expresión, se convirtió en un imán que atraía. Una niña de 14 años moverá a gente mayor, a lo sencillos del pueblo y a los que tenían responsabilidad. Alguno llamó a sus amigos para que vinieran a verla porque nunca había visto una cara así. Esta alegría nos ha llegado a nosotros y desde el primer 11 de febrero hasta hoy la gruta se ha convertido en un lugar donde es fácil encontrar la alegría. A Bernadette se le prometió la alegría que nadie puede robar, la alegría de la Vida con Dios, de la vida del cielo. Y así en la tierra podía tener razones para la Esperanza. Quien ha encontrado esta alegría ya sabe que el dolor, la tristeza, no tiene la última palabra. Cuando vamos a Lourdes nos damos cuenta de que en nuestro ambiente falta la Esperanza, al contrario nos pasamos la vida buscando seguridades, haciendo planes, y de pronto una enfermedad, guerras, desgracias naturales como el terremoto que ha asolado Turquía y Siria en esta semana, nos muestran nuestra fragilidad dejándonos en la desesperación. Lourdes es fuente de Alegría porque acoge nuestro dolor, no trata de maquillarlo.
En la gruta Santa Bernadette aprendió a vivir, descubrió que había un camino, una manera nueva de vivir. También nosotros al peregrinar a Lourdes aprendemos como vivir en Madrid, en medio de nuestras situaciones. El camino que le enseño la Virgen es por un lado el camino que hizo Jesús cuando se puso en nuestro lugar hasta la cruz, y así descubrimos en santa Bernadette que también ella se pone en lugar de los últimos, de los que están llenos de barro y la gente se ríe al verlos, para enseñarnos donde ir a “beber y a lavarnos”. Un camino, una vida, que nos enseña a ponernos en lugar del otro, no sólo para saber como llevarlo en las sillas de ruedas, sino para acoger al otro para que también pueda beber. Y Bernadette descubrió que este camino se hacía en la Iglesia, no hay camino para solitarios, es un camino que lleva en procesión a una iglesia. Así también nosotros al peregrinar lo hacemos dentro la iglesia de nuestra diócesis, una iglesia que es abierta y que busca acoger para este agradecimiento, para esta alegría, a quien quiera.